Festividad “venerable
y devota” del “Señor de la Paz”,
“encuentro de
identidades” que “hermana a dos naciones”.
Santa María de
la Paz, Zacatecas.
Eliseo Muro
Ruiz.[1]
El municipio de
Santa María de la Paz es una tierra con profundas tradiciones, permitiendo a
los visitantes apreciar cómo se vive en comunidad de una manera fraterna. Así,
las “fiestas
religiosas” sirven para fortalecer el espíritu solidario de sus
habitantes; esto constituye las ocasiones perfectas para una convivencia local,
regional y binacional México-Estados Unidos, entre “los mexicanos de acá” y
“los mexicanos de allá”, puesto que, a través de los años, ha sido
significativa la manifestación de una “cultura
binacional”, en razón del fenómeno migratorio al referido país, acrecentado
de 1970 a la fecha, y especialmente en las décadas de 1980 y 1990.
Los
historiadores han replanteado el concepto
“cultural binacional”, como la “fusión o mezcla de razas”, la “invasión
de un habla por otra”, la “disolvencia o
unificación o conciliación de las mentalidades”. Consecuentemente, en el
contexto migratorio, la “erudición, sapiencia o sabiduría binacional” adquiere
matices distintos, por ejemplo, es la gran fuerza que está en la intemperie, en
la dimensión marginal o independiente, en los “colectivos de los artistas” y en
los “intercambios biculturales”; es una “quimera colectiva de experimentación
de tendencias” que ensancha el “horizonte creativo”, le brinda fuerza y
recursos a la “trinchera ciudadana”; también es un “antídoto contra la
violencia y los excesos burocráticos”. Asimismo, se traduce en un “imaginario
social” desde la “parodia y la crítica”, que impone “un propio tiempo” y una
“diversidad de interpretaciones con distintos matices”, irritante por su “fuerza
provocadora y sus intuiciones”. Igualmente, es una “invención contracultura
juvenil”: la fuerza de “enclaves culturales,” el aprovechamiento del
ciberespacio para “creaciones libertarias,” y las “marejadas musicales”, las
cuales son una especie de “médium” que enlaza a los dos países. Todo esto es
una oportunidad para la “creatividad cultura” que se muestra en la “crónica de
nuestro tiempo” en un “entorno migratorio,” que se refleja en la “trama de
encuentros binacionales” y el “rompimiento del cerco de los linderos de los
países”, en la búsqueda de “diálogos enriquecedores”.
La “solemnidad
del Señor de la Paz”, factor de
“cohesión binacional”.
Tanto en los “espacios fronterizos”, en los “países receptores” y en los “lugares de origen”, la “cultura binacional”[2] fusionada en una “religiosidad llena de solemnidad”, se convierte en una oportunidad impregnada de “libertad e imaginación”, con el propósito de “nutrir la fe” y retomar la “fuerza espiritual” para retornar al “peregrinar migratorio” hacia un país lleno de “desafíos y oportunidades” (Estados Unidos de América).
De la misma
forma, las “festividades patronales del México colonial” coadyuvan e impulsan a vigorizar y alimentar los
vínculo
s sociales y de las “familias extendidas binacionalmente”. Una de las “conmemoraciones
religiosas” más típicas “piadosa y
devotamente” del Estado de Zacatecas es la realizada cada 24 de enero en
este municipio. Es un “regocijo de fe” que concentra un gran número de fieles de
la región y “los hijos ausentes” radicados especialmente en los Estados Unidos
de América.[3]
Señor de la Paz |
Los compatriotas
emigran porque hay factores que los expulsan, como falta de trabajo, y llegan a
dicha nación porque también requieren de esta mano de obra. Si no hubiera
empleos disponibles en Norteamérica, el “éxodo
migratorio” sería hacia otros lugares; pero los necesitan mucho, ya que, “los
inmigrantes mexicanos son indispensables” en dicho mercado laboral, y gracias a
ellos se debe el crecimiento de su economía: los compatriotas representan el 30%
de los empleados domésticos, 30% de campesinos y pescadores, 20% de los
trabajadores de ensamblaje, y 20% de la industria de servicios. Además, en las de
los estadounidenses, la comida con que se alimentan y los servicios que
reciben, dependen en gran medida del trabajo de los connacionales, quienes añaden
unos 10 mil millones de dólares al año a la económica de esa nación, así como las
remesas[4] multimillonarias
que envían a México. También ha de considerarse la derrama adicional que hacen en
el escenario de un “turismo religioso” que hacen en ciertas épocas del año, como
es el “24 de enero”, cuyas “trocas” y aviones transportan sus equipajes y
regalos que traen a sus familias.
¿Qué significa
para nuestros “paisanos” tal fecha?
Las identidades
de una persona se comparten en el marco de su compromiso con su “país de
origen” y la “nación receptora”, de modo que hay una disyuntiva entre el reconocimiento
de la “diversidad” y la “unificación”. Esto se debe a que, las personas tienen
múltiples identidades complementarias, como étnia, lengua, religión y raza, al
igual que nacionalidad y ciudadanía. Para los mexicanos en los Estados Unidos,
son importantes los alcances de identidad y pertenencia a un grupo en que se
comporten valores y otros vínculos culturales. Así, se puede poseer una
ciudadanía (mexicano), un género (ser hombre), una raza (ser originario de
África occidental), una lengua (hablar con fluidez tailandés, chino, inglés),
una filiación política (tener tendencias de centro o izquierda), una
identificación con varios grupos y contextos distintos,[5] así
como una religión, por ejemplo, particularmente la sociedad mexicana se caracterizan
por los “festejos de devoción y fe”, en su mayoría en honor de los “santos
patronos locales”.
Los eventos y las fiestas populares hablan de
la abundancia de las tradiciones dentro de un ambiente jubiloso lleno de
emotividad. El
calendario de las “exaltaciones fervorosas” es típicamente católico, incluyendo
días de fiesta transferibles e inamovibles, así como novenarios de barrio. De tales
ceremoniales más importantes es el novenario en honor al “El Señor de la Paz,”
del 16 al 24 de enero de cada año. Un rasgo interesante es la elección de un
día para celebrar “primeras comuniones” o “confirmaciones”, asistiendo regularmente
a esta última un obispo de la Arquidiócesis de Guadalajara. A más de, durante
el novenario se acostumbra a tener las mañanitas a partir de las cinco horas,
empezando a tocar la banda de música y tronar cuetes, continuando con el rezo
del rosario y cantando las alabanzas al Señor de la Paz por las calles hasta
llegar a su templo, para concluir en ciertas ocasiones en una misa. A las doce
horas se dan repiques de campanas, se queman cuetes y en ciertos días se
reciben peregrinaciones de comunidades cercanas.
Del mismo modo,
por la tarde (entre 17.00 y 18.00 horas), con vehículos arreglados con flores,
muebles y telas especiales (denominados popularmente “carros alegóricos”), se
escenifican “pasajes religiosos”, junto con personas de cierta indumentaria
llamados “danzantes,” con un integrante titulado el “moreno,” que asusta a los
niños y a las mujeres en tono de broma, mostrando un “muñeco” para que lo
besen. También se hace una procesión por las calles, rezando el rosario junto
con las alabanzas al “patrono del pueblo”, para arribar al templo y oficiar una
misa, que al término de ésta, entre las 20.00 y 22.00 horas, se tienen “festejos
profanos”, como juegos artificiales, “toritos” y “castillos” de pólvora, así
como la serenata en la plaza principal, en la que “jóvenes galantes” suelen ofrecer
ramos de flores a la joven que es o será su amiga o su novia; para ello, la
serenata se ameniza por una banda de música (que en la mayoría de las ocasiones
y por mucho tiempo ha sido la dirigida por el Lic. Lucilo Torres Núñez, del
Teúl de González Ortega). También se observa que, durante este “júbilo religioso” se manifiesta
una gran “festividad popular pagana”, en la que se venden todo tipo de dulces,
bebidas, antojitos mexicanos; ciertos días se realizan torneos deportivos
(foot-ball, básquet-ball, boly-ball), exposición ganadera, charreadas y
carreras de caballos, inclusive, bailes públicos multitudinarios en beneficio
de alguna institución de la comunidad, como escuelas, la clínica de salud, alguno
de los templos de los santos patronos, entre otras.
Los misioneros
fueron los encargados de incorporar a la población indígena al cristianismo. Su
principal tarea consistió en erradicar los cultos paganos e inculcar a los
nativos la doctrina cristiana. Partiendo del principio de que, todas las
religiones tienen un fundamento mágico, no existió contradicción de fondo entre
la religión cristiana y la indígena. El pensamiento “mágico-religioso”, siguió
siendo el marco de referencia subjetivo de la conducta de los “naturales”, y
posteriormente del “mestizo”. El “providencialismo”, el “antropomorfismo”, el “pecado”
y el “más allá”, fueron postulados adaptados al carácter indígena, pero que en
su práctica real, respondía a una situación de vigilancia social y cultural,
estableciéndose una red de relaciones estrechas entre las instituciones
sociales, que fueron la Iglesia católica, los barrios y las familias: el social, en la regulación del nacimiento,
matrimonio y la muerte, y el cultural,
a través de la educación, la difusión y celebración de ceremonias, fiestas y
danzas. Así, la Iglesia registraba los nacimientos y las defunciones, oficiaba
las ceremonias a los infantes, santificaba los matrimonios, y confesaba y
perdonaba los pecados. A cambio de ello, recibía tributos especiales, como
diezmos, primicias, y donaciones.
En esta
realidad, el vocablo “fiesta” ha pasado del español a muchos idiomas. Los
mexicanos, en particular, nos caracterizamos por celebraciones que en su
mayoría son en honor a los “santos patronos locales”. El mejor ejemplo es la
fama de la conmemoración religiosa y popular del “Señor
de la Paz”, cuyo comienzo se remonta a la segunda mitad del siglo XVIII,
una vez concluido su templo. Fueron los habitantes originarios quienes
contribuyeron con su esfuerzo a edificarlo, considerado desde su edificación
como un centro religioso de gran importancia; se erigió entre los años 1714,
1754-1759, bajo la influencia de los franciscanos.[6]
A más de, el
templo de referencia se registra en el estudio del Ingeniero Matute del partido
de Tlaltenango en el año de 1860: “En
Santa María hay una iglesia bastante buena, que tiene 45 metros de largo por
ocho y medio de ancho, construida de buena piedra de sillería con una bonita
torre, y techada con grandes vigas en cada una de las cuales se halla el nombre
del donante y la fecha de la colocación; en la portada está una fecha, 1714; y
en las vigas, de 1754 a 1759 en que se acabó de techar. La imagen que se venera
en dicha iglesia es un Santo Cristo del tamaño natural, de malísima escultura,
menos el rostro que habiéndose compuesto últimamente, es muy expresivo y hace
un contraste singular con el resto del cuerpo”.[7]
Es oportuno
exponer que, La iglesia en mención es la tercera más antigua del municipio de
Santa María de la Paz; la fachada de la
iglesia conserva lo austero de las primeras construcciones de este tipo,
identificándose con la “tradición
franciscana”, tallada en cantera y piedra. Igualmente, su sacristía es
considerada como una de las más bellas de la región, así como su torre o
“campanario”; armonizada toda la edificación con un atrio amplio, agradable y
relajante.
Consecuentemente,
con el devenir del tiempo, los capellanes estimaron virar “la tutela
religiosa”, de la “imagencita” la virgen “Limpia Concepción de María” por un
“crucifijo enorme e impresionante”; la primera, se estimaba como “fundadora y
patrona” de la comunidad denominada Santa María. De tal forma, se construyó un
nicho en el altar principal de la iglesia mayor para el “nuevo patrono del
pueblo”, por lo que, únicamente le cambiaron el nombre “Señora” por “Señor”,
para quedar su denominación como “Señor de la Paz”.[8]
Ahora bien, también hay otra versión (popular) sobre
el origen de la devoción del Señor de la Paz, que se remonta a mediados del
siglo XIX, cuyo relato es el siguiente: hacia la segunda mitad de la centuria
de referencia, en el entorno de la lucha fatídica entre liberales y
conservadores en el contexto de la “guerra de reforma”, la región sur del Estado
de Zacatecas padeció de estos episodios sangrientos, como el ataque a los
habitantes de la villa de San Juan Bautista del Teúl por parte del general
liberal Antonio Rojas y apoyado por los liberales de Tlaltenango, lidereados
por Jesús Sánchez Román, cuyo fin era embestir a los conservadores del Teúl,
encabezados por Don Severiano Sandoval, quien falleció en esta lucha. Este
suceso ocurrió en enero de 1860. Sobre el particular, fue un acontecimiento que
duró nueve días, incendiando el templo parroquial y la mayoría de las casas del
poblado.
Subsiguientemente,
el general mencionado se encauzó al caserío de Santa María de la Paz, y
conforme a “testimonio orales y de fe”, se “revela y manifiesta” el Señor de la
Paz sobre su Templo. Al respecto, el Sr. Rojas al ver tal “muestra de fe”, al
instante de arribar a una colina (ubicada a la altura de donde actualmente se
encuentra la “La Cruz” y el Colegio de Bachilleres, en cambio, otros la sitúan
en la altiplanicie nombrada “la mesita”), decidió retirarse y proseguir por
otra ruta. Este suceso protegió a dicho poblado de una acometida feroz.
Es adecuado
expresar, que, el templo del Señor de la Paz ha sido reconstruido desde
principios del siglo XX hasta la actualidad, por diversos párrocos y personas
de la comunidad. La edificación ostenta un diseño y decorado interior muy
especial, dando un toque de estabilidad espiritual al creyente y a los
visitantes. En su interior, la planta arquitectónica es de una sola nave;
conserva un altar hecho de cantera, el cual fue tallado y trazado de una manera
muy específica por la sapiencia de artesanos natos; en la parte posterior está
una estructura con columnas al “estilo griego” y en medio un arco de cantera,
en el cual, se encuentra la imagen del patrono del pueblo y el sagrario.
Exportando “usanzas
populares y arraigos religiosos,” para gestar “consonancias y afinidades binacionales”.
Es atinado
destacar que, estas “conservaciones religiosas” se llevan consigo mismo por el
emigrante del municipio de Santa María de la Paz a los Estados Unidos. Sobre el
particular, los medios de comunicación en español en esta nación han
desempeñado un papel fundamental para preservar y fomentar tales “raigambres y
valores”, por ejemplo, participar en la organización de foros en los que
participan grandes escritores, intelectuales y artistas latinos. Esta
participación social de “nuestra comunidad hispana” es un componente que
auxilia en gran medida a la popularidad de los “medios de comunicación en español”,
porque es un instrumento clave a través del cual, la gente “común y corriente”
puede escuchar su voz. Esta intervención se hace indudable en el contenido para
conmover a los radioescuchas: obsequios para víctimas y personas abandonadas,
además de apoyo a desastres en los países de origen. Esto es un ejemplo de
acciones organizadas por las estaciones de radio, con una respuesta rápida y
generosa. En este contexto, los
mexicanos son la minoría étnica de los Estados Unidos que cuenta con el mayor
número y variedad de medios de comunicación dirigidos a ellos. Desde principios
del siglo pasado, la prensa escrita y después con la aparición de medios
electrónicos, este grupo ha luchado por crear y mantener medios de información
y de entretenimiento que respondan a sus intereses y a su cultura. Estos han
logrado subsistir, crecer y fortalecerse en un escenario muy competitivo.[9]
[1] Académico universitario.
[2] El “florecimiento binacional” es un “imaginario
colectivo” en el que se moldean
los “iconos estadounidenses con los del mestizaje mexicano”. Así, la “pluriculturalidad
en ambas partes” se manifiesta en el “habitante
binacional”, como un observador de la vida cotidiana que apuesta por la
simplicidad y el vivir sin ataduras; es un escéptico en primera fila que
rechaza dogmas y que debate nuevas ideas, al buscar significados distintos y
diversos. Lo suyo es el accidente y el azar, el reciclaje y el humor que
provienen del coraje y la frustración. La “referencia” sirve como “algo”, más
que una guía para iniciados, y lo ideológico entra en colisión con una ironía
implosiva, la cual se vuelve algo positivo, como el surrealismo sicótico del
porvenir. Sobre el desarrollo de la
emigración mexicana hacia Estados Unidos, y la manera de “construir y
evolucionar la cosmovisión bicultural” a través del tiempo, ver a Muro
Ruiz, Eliseo y Rivera Rivas,
Publio. “Dos siglos de la emigración mexicana hacia Estados Unidos de América
(1810-2010), Retos y perspectivas al 2050”, en la Revista de la Facultad de Derecho, UNAM. México. Tomo LIX. Número
252. Julio-diciembre, 2009, pp. 175 y ss.
[3] Actualmente, hay 50 millones de hispanos aproximadamente y de estos,
más de 30 son de estirpe mexicano. Los
latinos son la minoría más grande del país, superando a los
afroamericanos. Tales cambios vienen de fuera y de dentro. Cada día, los
migrantes indocumentados de origen mexicano cruzan ilegalmente la frontera con
México; nada va a detener ese “torrente
migratorio”, y ni barreras más altas, ni nuevas leyes, ni un nuevo presupuesto
para la guardia fronteriza, ni el ejército y ningún acuerdo migratorio. Para comprender lo referido, ver a SUÁREZ
NAVAZ, Liliana. “Género, Migración y Cambio: una perspectiva transnacional”, en
Delitos y fronteras. Mujeres extranjeras en prisión. Ma. Teresa Martín Palomo y
otras, coordinadoras. España. Edit. Complutense. 2005, pp. 45 y ss.
[4] Casi todos los “paisanos” migrantes de primera generación, envían
dinero para ayudar a las familias que dejaron. La suma total, en el caso de
México, es considerado como la segunda fuente de divisas, después del petróleo
y junto con el turismo, puesto que, las maquiladoras han pasado a lugares
posteriores. Los envíos de dinero se hacen a través de medios formales, como
los bancos, pero también mucho es traído por los mismos migrantes cuando
visitan a sus familias, especialmente en fechas de “festividades religiosas”, como
el “24 de enero” en honor al “Señor de la Paz,” o por intermediarios
informales, como las personas de la misma localidad. En estados como
Zacatecas, las remesas de sus oriundos son el ingreso más sobresaliente; en
los últimos años ha crecido en forma notable, así como el envío de fondos para
proyectos específicos en los “pueblos de origen”. No obstante, caben
cuestionarse: ¿hasta cuándo continuarán enviando dinero las siguientes
generaciones? ¿Llegará el momento en que disminuirá casi a cero esta fuente de
divisas? ¿Vendrán los adultos a retirarse a Zacatecas, dejando hijos y nietos
prósperos en los Estados Unidos? Tal vez, pero esto dependa del acercamiento
que logren los gobiernos estatales, municipales y federal con sus “oriundos”, y
de los proyectos que puedan realizar para atraerlos. Estos son
cuestionamientos sin respuestas definitivas, aunque vitales para nuestra
patria. Debo estas reflexiones a QUIROZ,
Carlos. “Avizoran flujo intenso de migrantes ilegales”, en el diario nacional
Excelsior. Viernes 11 de julio de 2008. Nacional; DIAZ BAUTISTA, Alejandro. “El
crecimiento económico regional a nivel local y marcroeconómico considerando las
remesas”, en la obra 25 años de integración económica en la frontera norte.
México. El Colegio de la Frontera Norte, Tijuana, B.C. 2009, pp. 154-166; JIMÉNEZ, Carmen. “Más que las remesas”, en la revista Mundo Ejecutivo.
México. Núm. 328, año XXVI, vol. XLIII, agosto de 2006, pp. 32-41.
[5] Tocante los derechos humanos descritos, con el fin de abundar sobre
los mismos, nos informamos en BEUCHOT, Mauricio. Derechos Humanos. Historia y
Filosofía. México. Edit. Fontamara. 2011, 5ª edición, pp. 9 y ss; UGALDE, Luis.
“Nuevos retos y temas de reflexión”, en El Bordo. No. 18, volumen IX. Retos de
frontera. Tijuana, B.C. México. Edit. Universidad Iberoamericana, campus
Tijuana. 2006, pp. 7 y ss; BOU FRANCH, Valentín y Mireya Castillo Daudi. Curso
de Derecho Internacional de los Derechos Humanos. España. Edit. Tirant
Lo-Blanch. 2010, pp. 51-98; DIAZ ROMERO, Juan. La ética de mañana empieza hoy
(la propuesta jonasiana de la responsabilidad). Edit. SCJN. México. 2013, pp.
61 y ss.
[6] Cabe señalar que, a
principios de 1600, se inició la construcción de los templos del Teúl y Santa
María; en esta, se adelantaron cincuenta años en la construcción del templo
mayor, en tanto, el primero se valía todavía de su primera iglesia, conocida
como “El Santuario”. De ahí que, estos
dos pueblos han venido de la mano a través de la historia. Ver a SANDOVAL, Luis. Un Rincón de la Suave Patria.
El Teúl, Zacatecas. Impreso en los talleres Castro Impresores, S.A. de C.V.
Guadalajara, Jal. 2008, 3ª ed., p. 200.
[7] Ibidem, p. 202 y 255. Estudios sobre el Partido de Tlaltenango, por
Don Juan Ignacio Matute, alrededor de 1860.
[8] Ibidem, p. 200.
[9] Estos planteamientos se apoyan en Ceballos
Ramírez, Manuel. “Hitos de la Historia transfronteriza entre México y
Estados Unidos”, en la obra Fenómenos
Sociales y Urbanos Transfronterizos entre México y Estados Unidos. México.
Edit. El Colegio de la Frontera Norte. 2009, pp. 29 y ss.