martes, 16 de febrero de 2016


Festividad “venerable y devota” del “Señor de la Paz”,

“encuentro de identidades” que “hermana a dos naciones”.

Santa María de la Paz, Zacatecas.

Eliseo Muro Ruiz.[1]

El municipio de Santa María de la Paz es una tierra con profundas tradiciones, permitiendo a los visitantes apreciar cómo se vive en comunidad de una manera fraterna. Así, las “fiestas religiosas” sirven para fortalecer el espíritu solidario de sus habitantes; esto constituye las ocasiones perfectas para una convivencia local, regional y binacional México-Estados Unidos, entre “los mexicanos de acá” y “los mexicanos de allá”, puesto que, a través de los años, ha sido significativa la manifestación de una “cultura binacional”, en razón del fenómeno migratorio al referido país, acrecentado de 1970 a la fecha, y especialmente en las décadas de 1980 y 1990.

¿Qué significa ser “binacional”?



Los historiadores han replanteado el concepto “cultural binacional”, como la “fusión o mezcla de razas”, la “invasión de un habla por otra”, la “disolvencia  o unificación o conciliación de las mentalidades”. Consecuentemente, en el contexto migratorio, la “erudición, sapiencia o sabiduría binacional” adquiere matices distintos, por ejemplo, es la gran fuerza que está en la intemperie, en la dimensión marginal o independiente, en los “colectivos de los artistas” y en los “intercambios biculturales”; es una “quimera colectiva de experimentación de tendencias” que ensancha el “horizonte creativo”, le brinda fuerza y recursos a la “trinchera ciudadana”; también es un “antídoto contra la violencia y los excesos burocráticos”. Asimismo, se traduce en un “imaginario social” desde la “parodia y la crítica”, que impone “un propio tiempo” y una “diversidad de interpretaciones con distintos matices”, irritante por su “fuerza provocadora y sus intuiciones”. Igualmente, es una “invención contracultura juvenil”: la fuerza de “enclaves culturales,” el aprovechamiento del ciberespacio para “creaciones libertarias,” y las “marejadas musicales”, las cuales son una especie de “médium” que enlaza a los dos países. Todo esto es una oportunidad para la “creatividad cultura” que se muestra en la “crónica de nuestro tiempo” en un “entorno migratorio,” que se refleja en la “trama de encuentros binacionales” y el “rompimiento del cerco de los linderos de los países”, en la búsqueda de “diálogos enriquecedores”.

La “solemnidad del Señor de la Paz”, factor de “cohesión binacional”.

Tanto en los “espacios fronterizos”, en los “países receptores” y en los “lugares de origen”, la “cultura binacional”[2] fusionada en una “religiosidad llena de solemnidad”, se convierte en una oportunidad impregnada de “libertad e imaginación”, con el propósito de “nutrir la fe” y retomar la “fuerza espiritual” para retornar al “peregrinar migratorio” hacia un país lleno de “desafíos y oportunidades” (Estados Unidos de América).

De la misma forma, las “festividades patronales del México colonial” coadyuvan  e impulsan a vigorizar y alimentar los vínculo
Señor de la Paz
s sociales y de las “familias extendidas binacionalmente”. Una de las “conmemoraciones religiosas” más típicas “piadosa y  devotamente” del Estado de Zacatecas es la realizada cada 24 de enero en este municipio. Es un “regocijo de fe” que concentra un gran número de fieles de la región y “los hijos ausentes” radicados especialmente en los Estados Unidos de América.[3] 

Los compatriotas emigran porque hay factores que los expulsan, como falta de trabajo, y llegan a dicha nación porque también requieren de esta mano de obra. Si no hubiera empleos disponibles en Norteamérica, el “éxodo migratorio” sería hacia otros lugares; pero los necesitan mucho, ya que, “los inmigrantes mexicanos son indispensables” en dicho mercado laboral, y gracias a ellos se debe el crecimiento de su economía: los compatriotas representan el 30% de los empleados domésticos, 30% de campesinos y pescadores, 20% de los trabajadores de ensamblaje, y 20% de la industria de servicios. Además, en las de los estadounidenses, la comida con que se alimentan y los servicios que reciben, dependen en gran medida del trabajo de los connacionales, quienes añaden unos 10 mil millones de dólares al año a la económica de esa nación, así como las remesas[4] multimillonarias que envían a México. También ha de considerarse la derrama adicional que hacen en el escenario de un “turismo religioso” que hacen en ciertas épocas del año, como es el “24 de enero”, cuyas “trocas” y aviones transportan sus equipajes y regalos que traen a sus familias.


¿Qué significa para nuestros “paisanos” tal fecha?

Las identidades de una persona se comparten en el marco de su compromiso con su “país de origen” y la “nación receptora”, de modo que hay una disyuntiva entre el reconocimiento de la “diversidad” y la “unificación”. Esto se debe a que, las personas tienen múltiples identidades complementarias, como étnia, lengua, religión y raza, al igual que nacionalidad y ciudadanía. Para los mexicanos en los Estados Unidos, son importantes los alcances de identidad y pertenencia a un grupo en que se comporten valores y otros vínculos culturales. Así, se puede poseer una ciudadanía (mexicano), un género (ser hombre), una raza (ser originario de África occidental), una lengua (hablar con fluidez tailandés, chino, inglés), una filiación política (tener tendencias de centro o izquierda), una identificación con varios grupos y contextos distintos,[5] así como una religión, por ejemplo, particularmente la sociedad mexicana se caracterizan por los “festejos de devoción y fe”, en su mayoría en honor de los “santos patronos locales”.

Los eventos y las fiestas populares hablan de la abundancia de las tradiciones dentro de un ambiente jubiloso lleno de emotividad. El calendario de las “exaltaciones fervorosas” es típicamente católico, incluyendo días de fiesta transferibles e inamovibles, así como novenarios de barrio. De tales ceremoniales más importantes es el novenario en honor al “El Señor de la Paz,” del 16 al 24 de enero de cada año. Un rasgo interesante es la elección de un día para celebrar “primeras comuniones” o “confirmaciones”, asistiendo regularmente a esta última un obispo de la Arquidiócesis de Guadalajara. A más de, durante el novenario se acostumbra a tener las mañanitas a partir de las cinco horas, empezando a tocar la banda de música y tronar cuetes, continuando con el rezo del rosario y cantando las alabanzas al Señor de la Paz por las calles hasta llegar a su templo, para concluir en ciertas ocasiones en una misa. A las doce horas se dan repiques de campanas, se queman cuetes y en ciertos días se reciben peregrinaciones de comunidades cercanas.

Del mismo modo, por la tarde (entre 17.00 y 18.00 horas), con vehículos arreglados con flores, muebles y telas especiales (denominados popularmente “carros alegóricos”), se escenifican “pasajes religiosos”, junto con personas de cierta indumentaria llamados “danzantes,” con un integrante titulado el “moreno,” que asusta a los niños y a las mujeres en tono de broma, mostrando un “muñeco” para que lo besen. También se hace una procesión por las calles, rezando el rosario junto con las alabanzas al “patrono del pueblo”, para arribar al templo y oficiar una misa, que al término de ésta, entre las 20.00 y 22.00 horas, se tienen “festejos profanos”, como juegos artificiales, “toritos” y “castillos” de pólvora, así como la serenata en la plaza principal, en la que “jóvenes galantes” suelen ofrecer ramos de flores a la joven que es o será su amiga o su novia; para ello, la serenata se ameniza por una banda de música (que en la mayoría de las ocasiones y por mucho tiempo ha sido la dirigida por el Lic. Lucilo Torres Núñez, del Teúl de González Ortega). También se observa que,  durante este “júbilo religioso” se manifiesta una gran “festividad popular pagana”, en la que se venden todo tipo de dulces, bebidas, antojitos mexicanos; ciertos días se realizan torneos deportivos (foot-ball, básquet-ball, boly-ball), exposición ganadera, charreadas y carreras de caballos, inclusive, bailes públicos multitudinarios en beneficio de alguna institución de la comunidad, como escuelas, la clínica de salud, alguno de los templos de los santos patronos, entre otras.

 Origen de la devoción al “Sr. de la Paz”.
de comienza la tradición de la festividad del “Señor de la Paz”?



Los misioneros fueron los encargados de incorporar a la población indígena al cristianismo. Su principal tarea consistió en erradicar los cultos paganos e inculcar a los nativos la doctrina cristiana. Partiendo del principio de que, todas las religiones tienen un fundamento mágico, no existió contradicción de fondo entre la religión cristiana y la indígena. El pensamiento “mágico-religioso”, siguió siendo el marco de referencia subjetivo de la conducta de los “naturales”, y posteriormente del “mestizo”. El “providencialismo”, el “antropomorfismo”, el “pecado” y el “más allá”, fueron postulados adaptados al carácter indígena, pero que en su práctica real, respondía a una situación de vigilancia social y cultural, estableciéndose una red de relaciones estrechas entre las instituciones sociales, que fueron la Iglesia católica, los barrios y las familias: el social, en la regulación del nacimiento, matrimonio y la muerte, y el cultural, a través de la educación, la difusión y celebración de ceremonias, fiestas y danzas. Así, la Iglesia registraba los nacimientos y las defunciones, oficiaba las ceremonias a los infantes, santificaba los matrimonios, y confesaba y perdonaba los pecados. A cambio de ello, recibía tributos especiales, como diezmos, primicias, y donaciones.

En esta realidad, el vocablo “fiesta” ha pasado del español a muchos idiomas. Los mexicanos, en particular, nos caracterizamos por celebraciones que en su mayoría son en honor a los “santos patronos locales”. El mejor ejemplo es la fama de la conmemoración religiosa y popular del  Señor de la Paz”, cuyo comienzo se remonta a la segunda mitad del siglo XVIII, una vez concluido su templo. Fueron los habitantes originarios quienes contribuyeron con su esfuerzo a edificarlo, considerado desde su edificación como un centro religioso de gran importancia; se erigió entre los años 1714, 1754-1759, bajo la influencia de los franciscanos.[6]

A más de, el templo de referencia se registra en el estudio del Ingeniero Matute del partido de Tlaltenango en el año de 1860: “En Santa María hay una iglesia bastante buena, que tiene 45 metros de largo por ocho y medio de ancho, construida de buena piedra de sillería con una bonita torre, y techada con grandes vigas en cada una de las cuales se halla el nombre del donante y la fecha de la colocación; en la portada está una fecha, 1714; y en las vigas, de 1754 a 1759 en que se acabó de techar. La imagen que se venera en dicha iglesia es un Santo Cristo del tamaño natural, de malísima escultura, menos el rostro que habiéndose compuesto últimamente, es muy expresivo y hace un contraste singular con el resto del cuerpo”.[7]

Es oportuno exponer que, La iglesia en mención es la tercera más antigua del municipio de Santa María de  la Paz; la fachada de la iglesia conserva lo austero de las primeras construcciones de este tipo, identificándose con la “tradición franciscana”, tallada en cantera y piedra. Igualmente, su sacristía es considerada como una de las más bellas de la región, así como su torre o “campanario”; armonizada toda la edificación con un atrio amplio, agradable y relajante.

Consecuentemente, con el devenir del tiempo, los capellanes estimaron virar “la tutela religiosa”, de la “imagencita” la virgen “Limpia Concepción de María” por un “crucifijo enorme e impresionante”; la primera, se estimaba como “fundadora y patrona” de la comunidad denominada Santa María. De tal forma, se construyó un nicho en el altar principal de la iglesia mayor para el “nuevo patrono del pueblo”, por lo que, únicamente le cambiaron el nombre “Señora” por “Señor”, para quedar su denominación como “Señor de la Paz”.[8]

Ahora bien, también hay otra versión (popular) sobre el origen de la devoción del Señor de la Paz, que se remonta a mediados del siglo XIX, cuyo relato es el siguiente: hacia la segunda mitad de la centuria de referencia, en el entorno de la lucha fatídica entre liberales y conservadores en el contexto de la “guerra de reforma”, la región sur del Estado de Zacatecas padeció de estos episodios sangrientos, como el ataque a los habitantes de la villa de San Juan Bautista del Teúl por parte del general liberal Antonio Rojas y apoyado por los liberales de Tlaltenango, lidereados por Jesús Sánchez Román, cuyo fin era embestir a los conservadores del Teúl, encabezados por Don Severiano Sandoval, quien falleció en esta lucha. Este suceso ocurrió en enero de 1860. Sobre el particular, fue un acontecimiento que duró nueve días, incendiando el templo parroquial y la mayoría de las casas del poblado.


Subsiguientemente, el general mencionado se encauzó al caserío de Santa María de la Paz, y conforme a “testimonio orales y de fe”, se “revela y manifiesta” el Señor de la Paz sobre su Templo. Al respecto, el Sr. Rojas al ver tal “muestra de fe”, al instante de arribar a una colina (ubicada a la altura de donde actualmente se encuentra la “La Cruz” y el Colegio de Bachilleres, en cambio, otros la sitúan en la altiplanicie nombrada “la mesita”), decidió retirarse y proseguir por otra ruta. Este suceso protegió a dicho poblado de una acometida feroz.


Es adecuado expresar, que, el templo del Señor de la Paz ha sido reconstruido desde principios del siglo XX hasta la actualidad, por diversos párrocos y personas de la comunidad. La edificación ostenta un diseño y decorado interior muy especial, dando un toque de estabilidad espiritual al creyente y a los visitantes. En su interior, la planta arquitectónica es de una sola nave; conserva un altar hecho de cantera, el cual fue tallado y trazado de una manera muy específica por la sapiencia de artesanos natos; en la parte posterior está una estructura con columnas al “estilo griego” y en medio un arco de cantera, en el cual, se encuentra la imagen del patrono del pueblo y el sagrario.

Exportando “usanzas populares y arraigos religiosos,” para gestar “consonancias y afinidades binacionales”.


Es atinado destacar que, estas “conservaciones religiosas” se llevan consigo mismo por el emigrante del municipio de Santa María de la Paz a los Estados Unidos. Sobre el particular, los medios de comunicación en español en esta nación han desempeñado un papel fundamental para preservar y fomentar tales “raigambres y valores”, por ejemplo, participar en la organización de foros en los que participan grandes escritores, intelectuales y artistas latinos. Esta participación social de “nuestra comunidad hispana” es un componente que auxilia en gran medida a la popularidad de los “medios de comunicación en español”, porque es un instrumento clave a través del cual, la gente “común y corriente” puede escuchar su voz. Esta intervención se hace indudable en el contenido para conmover a los radioescuchas: obsequios para víctimas y personas abandonadas, además de apoyo a desastres en los países de origen. Esto es un ejemplo de acciones organizadas por las estaciones de radio, con una respuesta rápida y generosa. En este  contexto, los mexicanos son la minoría étnica de los Estados Unidos que cuenta con el mayor número y variedad de medios de comunicación dirigidos a ellos. Desde principios del siglo pasado, la prensa escrita y después con la aparición de medios electrónicos, este grupo ha luchado por crear y mantener medios de información y de entretenimiento que respondan a sus intereses y a su cultura. Estos han logrado subsistir, crecer y fortalecerse en un escenario muy competitivo.[9]



[1] Académico universitario.
[2] El “florecimiento binacional” es un “imaginario colectivo” en el que se moldean los “iconos estadounidenses con los del mestizaje mexicano”. Así, la “pluriculturalidad en ambas partes” se manifiesta en el “habitante binacional”, como un observador de la vida cotidiana que apuesta por la simplicidad y el vivir sin ataduras; es un escéptico en primera fila que rechaza dogmas y que debate nuevas ideas, al buscar significados distintos y diversos. Lo suyo es el accidente y el azar, el reciclaje y el humor que provienen del coraje y la frustración. La “referencia” sirve como “algo”, más que una guía para iniciados, y lo ideológico entra en colisión con una ironía implosiva, la cual se vuelve algo positivo, como el surrealismo sicótico del porvenir. Sobre el desarrollo de la emigración mexicana hacia Estados Unidos, y la manera de “construir y evolucionar la cosmovisión bicultural” a través del tiempo,  ver a Muro Ruiz, Eliseo y Rivera Rivas, Publio. “Dos siglos de la emigración mexicana hacia Estados Unidos de América (1810-2010), Retos y perspectivas al 2050”, en la Revista de la Facultad de Derecho, UNAM. México. Tomo LIX. Número 252. Julio-diciembre, 2009, pp. 175 y ss.
[3] Actualmente, hay 50 millones de hispanos aproximadamente y de estos, más de 30 son de estirpe mexicano. Los  latinos son la minoría más grande del país, superando a los afroamericanos. Tales cambios vienen de fuera y de dentro. Cada día, los migrantes indocumentados de origen mexicano cruzan ilegalmente la frontera con México; nada va a  detener ese “torrente migratorio”, y ni barreras más altas, ni nuevas leyes, ni un nuevo presupuesto para la guardia fronteriza, ni el ejército y ningún acuerdo migratorio. Para comprender lo referido, ver a SUÁREZ NAVAZ, Liliana. “Género, Migración y Cambio: una perspectiva transnacional”, en Delitos y fronteras. Mujeres extranjeras en prisión. Ma. Teresa Martín Palomo y otras, coordinadoras. España. Edit. Complutense. 2005, pp. 45 y ss.
[4] Casi todos los “paisanos” migrantes de primera generación, envían dinero para ayudar a las familias que dejaron. La suma total, en el caso de México, es considerado como la segunda fuente de divisas, después del petróleo y junto con el turismo, puesto que, las maqui­ladoras han pasado a lugares posteriores. Los envíos de dinero se hacen a través de medios for­males, como los bancos, pero también mucho es traído por los mismos migrantes cuando visitan a sus familias, especialmente en fechas de “festividades religiosas”, como el “24 de enero” en honor al “Señor de la Paz,” o por intermediarios informales, como las personas de la misma localidad. En es­tados como Zacatecas, las remesas de sus oriun­dos son el ingreso más sobresaliente; en los últimos años ha crecido en forma notable, así como el envío de fondos para proyectos específicos en los “pueblos de origen”. No obstante, caben cuestionarse: ¿hasta cuándo continuarán enviando di­nero las siguientes generaciones? ¿Llegará el momento en que dis­minuirá casi a cero esta fuente de divisas? ¿Vendrán los adultos a retirarse a Zacatecas, dejando hijos y nietos prósperos en los Estados Unidos? Tal vez, pero esto dependa del acercamiento que logren los gobiernos estatales, municipales y federal con sus “oriundos”, y de los proyectos que puedan rea­lizar para atraerlos. Estos son cuestionamientos sin respuestas definitivas, aunque vitales para nuestra patria. Debo estas reflexiones a QUIROZ, Carlos. “Avizoran flujo intenso de migrantes ilegales”, en el diario nacional Excelsior. Viernes 11 de julio de 2008. Nacional; DIAZ BAUTISTA, Alejandro. “El crecimiento económico regional a nivel local y marcroeconómico considerando las remesas”, en la obra 25 años de integración económica en la frontera norte. México. El Colegio de la Frontera Norte, Tijuana, B.C. 2009, pp. 154-166; JIMÉNEZ, Carmen. “Más que las remesas”, en la revista Mundo Ejecutivo. México. Núm. 328, año XXVI, vol. XLIII, agosto de 2006, pp. 32-41.
[5] Tocante los derechos humanos descritos, con el fin de abundar sobre los mismos, nos informamos en BEUCHOT, Mauricio. Derechos Humanos. Historia y Filosofía. México. Edit. Fontamara. 2011, 5ª edición, pp. 9 y ss; UGALDE, Luis. “Nuevos retos y temas de reflexión”, en El Bordo. No. 18, volumen IX. Retos de frontera. Tijuana, B.C. México. Edit. Universidad Iberoamericana, campus Tijuana. 2006, pp. 7 y ss; BOU FRANCH, Valentín y Mireya Castillo Daudi. Curso de Derecho Internacional de los Derechos Humanos. España. Edit. Tirant Lo-Blanch. 2010, pp. 51-98; DIAZ ROMERO, Juan. La ética de mañana empieza hoy (la propuesta jonasiana de la responsabilidad). Edit. SCJN. México. 2013, pp. 61 y ss.
[6] Cabe señalar que, a principios de 1600, se inició la construcción de los templos del Teúl y Santa María; en esta, se adelantaron cincuenta años en la construcción del templo mayor, en tanto, el primero se valía todavía de su primera iglesia, conocida como “El Santuario”. De ahí que, estos dos pueblos han venido de la mano a través de la historia. Ver a SANDOVAL, Luis. Un Rincón de la Suave Patria. El Teúl, Zacatecas. Impreso en los talleres Castro Impresores, S.A. de C.V. Guadalajara, Jal. 2008, 3ª ed., p. 200.
[7] Ibidem, p. 202 y 255. Estudios sobre el Partido de Tlaltenango, por Don Juan Ignacio Matute, alrededor de 1860.
[8] Ibidem, p. 200.  
[9] Estos planteamientos se apoyan en Ceballos Ramírez, Manuel. “Hitos de la Historia transfronteriza entre México y Estados Unidos”, en la obra Fenómenos Sociales y Urbanos Transfronterizos entre México y Estados Unidos. México. Edit. El Colegio de la Frontera Norte. 2009, pp. 29 y ss.